POESÍA
REVISTA FUERZA DE LA PALABRA

Francy Liliana Díaz Rozo, Facatativá, 1980
Estudió Lengua Castellana y Comunicación en la Universidad de Pamplona Norte de Santander. Es activista político en defensa de los derechos humanos y del ambiente e integrante de la comunidad muisca. Subdirectora de la Corporación Cultural Hicha Guaia con la cual organizó el 1er y 2do Encuentro Internacional de Escritores Facatativá, en los años 2012 y 2013.
Ha participado en diversos eventos nacionales e internacionales, entre los cuales destacan: Encuentro Internacional de Escritores Manabí, Ecuador y Chañaral, Chile; Feria del libro de La Habana, Cuba 2011 y Festival de Poesía de La Habana, 2012. Recibió Mención Honorífica otorgada por la Casa del Poeta Peruano, Representación Chile, participó en el concurso Hispanoamericano de Poesía Gabriela Mistral y en el XVII Encuentro Internacional de poetas Zamora, Michoacán, México 2013.
Actualmente es miembro en: Colectivo Literario Poetiza, Proyecto Dupla Poendemia Literaria, Corporación Ie Sua Hijos de Manjui y del equipo editorial de la Revista Latinoamericana de Literatura Mal de ojo.
Muisca soy
Soy de todos los tiempos,
nací el día que las estrellas se formaron,
me amamantó la madre eterna de las constelaciones,
viajo por los mundos aferrada al presente interminable.
Todos los días tejo la memoria de mi pueblo,
escucho el canto de la montaña,
me embriago con el aroma
de las plantas curativas y sagradas.
Me declaro eternamente infinita,
tengo el dorado cargado en la mochila,
la medicina al odio habita en mi corazón de fuego,
nada enmudecerá el tambor que vibra en mi pecho.
Alcanzo estrellas con ofrendas sagradas de humo,
camino sobre el agua profunda de los cantos ancestrales,
palabreo el amor en cada rincón que habito,
y cocino esperanzas envueltas en hojas de mazorcas.
Chía madre de la noche,
abriga mis sueños,
mientras mi cuerpo descansa
abre mis oídos a las palabras que llegan
y que la mañana llegue con el sagrado respiro,
de las abuelas que cuecen el alimento de las almas.
Majuy días sin fin
Bajo el montículo de piedras
yace la cuna del niño sol
del niño agua
del niño viento
del niño tierra.
El padre cavó con sus manos
un lugar para la placenta
dentro del útero mismo de la tierra.
Días atrás
Majuy vestido de estrellas
era la casa del amor y los recuerdos
nada allí es accidental
todo allí es memoria y huella.
El anciano reza sus plegarias de augurios
para el recién llegado hijo de la tribu
la abuela ofrenda sus inciensos
purificando el aire y las palabras.
La madre arrulla y cuida de lejos
cada segundo del ritual de bienvenida.
Cada hijo que nace
es una estrella que regresa
una voz antigua que se encarna
una esperanza que se renueva
un grito legítimo de resistencia.
El abuelo y sus historias
Entre arrullos de plantas de maíz
mi abuelo cuenta sus historias de otro tiempo
yo creo en su mirada y sus palabras
y en la generosidad de la abuela y sus tortas.
Una noche me contó que somos hijos
de un espiral llamado Chiminigagua
dios creador de los muiscas,
esa hermosa raza que creció
en lo que luego se llamaría Colombia.
Chía, Bachué, Sué, Sie, Cuchavira,
mi abuelo sabe más que todos los libros del mundo
a mí, nadie me había contado historias más bonitas.
El abuelo cuenta
que hay plantas que también son abuelas y abuelos
y eso llama mucho más mi atención,
y le pregunto por qué dice eso.
Enseguida enciende un tabaco color y olor chocolate
y me pide que mire con cuidado su humo
porque cuando un anciano enciende su tabaco
el humo se transforma en la esperanza del tiempo.
Entonces vuelvo a preguntar al abuelo:
¿y dónde están esos muiscas?
Él sonríe y me contesta:
En tus ojos, en tu sonrisa,
en tus manos que no dañan
porque muisca es, ante todo
el que es capaz de amar la naturaleza.
Ancestral añoranza
Quiero pintar un beso infinito en la montaña de mi cielo,
beber añoranzas de todos los tiempos en la mirada del anciano,
poner mis pies en la mente que crepita en cada astro,
alzar alas y ser roca milenaria.
Escribir viendo la textura de los años infinitos,
tejer una mochila dorada en el regazo de la abuela,
ser muisca en el sentido profundo de la palabra,
mientras la chicha sagrada me habla al oído.
Tabaquito de mis amores,
perfuma con tu amor cada rincón de la galaxia,
alimenta mi espíritu con tu palabra,
semilla dorada de infinito maíz.
Padre-Madre Celestial Sagrado,
funde mi entraña sagrada en tus hijos guerreros,
acrecienta el amor para derrotar el odio.
Inmensa madre tierra, hermosa Hicha Guaia
pinta sonrisas en todos los rostros
hoy como antes y como siempre ofrendamos
nuestro ser a tu inmortal existencia.
Brota de la montaña la sangre de la madre
y bendice con su luz cada espacio que alimenta.
Piedra
Ella guarda los secretos
que todos mis ancestros le contaron,
antes que el esperma de mi padre
fecundara el óvulo de madre.
Ella silenciosa observa el todo,
cuando la acaricio en mis manos, la sangre grita.
Sobre su piel un rojo trazo
recuerda lo antiguo de nuestra memoria:
Espirales, ranas, montañas, poporos, caminos.
La piedra es un canto que sólo se escucha
cuando el humo de tabaco se eleva
y la danza de la luna abraza el silencio.
Yo era risa entre libélulas,
aleteo de siglos en las mañanas.
Ella sobreviviente testigo de los siglos.
Yo, encarnación del sueño de mis madres.
Ella inmutable, silente,
maga del tiempo en las cenizas.
Yo, finita en este cuerpo peregrino.
Ella
madre
abuela,
Totuma antigua en el camino.
Furativa
Soy mujer,
soy amor,
soy espíritu de sanación.
Abuela,
madre,
hija,
nieta soy.
Luna soy,
planta dulce de protección,
antigua sabiduría y ofrenda soy.
Con mi sangre me renuevo
y hago un tejido de curación,
guardo en mi entraña
el secreto antiguo de la procreación.
Infinita,
eterna,
milenaria,
mujer multicolor.
Encendiendo un tabaquito
mi camino voy andando
al hogar de mis abuelos
mil ofrendas entregando.
Cociendo amor en ameritos dorados
curando las heridas de mi pueblo subyugado
recogiendo florecitas
de los caminos y los prados
para llevar a las cuevas de mis ancestros sagrados.
Soy mujer,
soy amor,
soy espíritu de creación.