REVISTA FUERZA DE LA PALABRA POESÍA

Mayra Alejandra Díaz Montes, Barranquilla, 1992
Filósofa, editora y poeta. Coordinadora editorial y productora cultural de la Fundación La Cueva, el Carnaval Internacional de las Artes, el Premio Nacional de Cuento y La Cueva por Colombia. Dirige el club de lectura del Centro Nacional de Aprendizaje (SENA). En el 2008 ganó el primer lugar en el Concurso Nacional de Poesía Estudiantil, Instenalco. En el 2014 obtuvo el primer lugar en la Convocatoria del Ministerio de Cultura en apoyo a la Red de Escritura Creativa RELATA, en la categoría Mejor Obra Poética. En el 2020 fue la única ganadora en el área de Creación Poética —escritores con larga trayectoria— en el Portafolio Distrital de Estímulos de la Alcaldía de Barranquilla con su poemario Milongas para una niña que se va. Ha participado en distintos espacios literarios de la ciudad. Poemas y cuentos de su autoría están publicados en revistas y antologías locales y nacionales.
Breve muestra poética
LA ADVENEDIZA
En algún tiempo fui la niña del final de la historia, derramando sangre tibia en los muslos debajo de la falda floreada.
En algún tiempo fui la niña de sexo húmedo y vibrátil, que se masturbaba en la bañera con sus muñecas tristes.
La niña olvidada en el patio trasero, con guayabas agrias y eucaliptos como testigos generosos.
La niña sin nombre ni edad, que reconoció la extensión de su herida a los 10 años y la acogió en sus manos como un pájaro moribundo.
En algún tiempo fui la poeta puta más importante —desacralizando la importancia— que los poetas machos fornicadores.
La poeta hermafrodita que hace el amor con los dos sexos.
En algún tiempo fui la mujer, la puta, la niña ave migratoria, libertina y libertaria.
La muchacha impúdica que no se reconoce más allá del poema.
La muchacha que rescata las palabras en el fondo de las cosas.
“Todos los muros se hicieron para caer”, me dice la niña que grita desde el patio olvidado.
CANCIÓN PEQUEÑA
Quiero decir algo de una mujer que mañana no estará.
Quiero decirlo como si pudiera asomarse a la ventana y yo, desde los algodonales, le cantara una canción pequeña y un tambor bonito sonara hondo repiqueteando mi pena.
Quiero decir que ella tampoco será.
Que no podré amarla y no seré amada.
Que un día, su vientre generoso, llevará un hijo y no será mío.
Que ya no podré ofrendar a la tierra la sangre sagrada que se apresura tibia entre sus piernas.
Quiero decir algo de una mujer que mañana no estará.
Que zarpó de mi puerto triste con fiebres de bullerengue, cuando yo apenas empezaba a componer su canción.
NEGRA
Ay, negra.
Cómo extrañaré tus pasos, tu andar desprevenido de los placeres de la vida, pero siempre alerta al dolor.
Extrañaré tus manos duras y grandes. Tus piernas gruesas y cansadas.
¿Por qué no me vendiste una alegría imperecedera, negra? ¿Por qué no?
O un caballito volador, que me llevara hasta un cielo violeta habitado por saxofonistas y escritores locos.
Y por muchas negras como tú, que anduvieran por ahí moviendo las caderas y las nalgas bajo licras azules y desteñidas.
Y se detuvieran en alguna tienda de ese cielo a fumarse en un cigarrillo las tristezas más recientes.
Los hombres que no pudieron amar, la niña que ya se amarraba los cordones.
Negra, mi negra, voy a extrañar tus tobillos inquebrantables.
Y tus labios que nunca fueron vírgenes, por fortuna.
Y esa existencia tuya que no conoce de caprichos.
Negra de boca ancha, de verdades últimas y dolorosas.
Tú que pariste agonizante el mundo y lo llevas implacable sobre tu cabeza, te vas liviana como el humo.
De cielo en cielo, de tienda en tienda.
Con la música y las alegrías.
LO NATURAL
“Lo natural es vivir como recién llegada al mundo”.
Cristina Peri Rossi.
¿Qué es lo natural? Le pregunto a Cristina.
Yo con mis veintitantos, ella con sus setenta y algo.
¿Qué es lo natural, Cristina? ¿A dónde ha ido a parar el asombro?
La sorpresa de un nuevo amanecer levantándose sobre el mar del mundo.
O su cuerpo, moviéndose pausadamente por la habitación oscura, mientras se quita el vestido, se sacude la sal triste de los hombros, y me deja oír sus caderas de tambor, sus piernas de gaita doliente que mitigan mis penas a lo lejos.
¿Es esto lo natural?
Lo es acaso Santa Teresa, temblorosa, gimiendo en medio de un orgasmo divino y mi boca que asciende presurosa por sus muslos tibios y puedo saborear su rocío, el agua bendita que cae de su sexo dulce y puro, dador de vida y amor.
Lo natural es el incendio.
Babel desnuda pariendo palabras subversivas, beligerantes.
Palabras espasmódicas que confunden los sexos y a los académicos.
¿Qué es lo natural? Le pregunto a Cristina.
Yo con mis veintitantos, ella con sus setenta y algo.
Mientras la observo, desde el útero de mi madre, partir hacia una ciudad lejana y nunca más regresar.
DARLE FORMA AL LLANTO
Yo no sé de dolores imaginarios.
Ni de cicatrices sin relieve.
No sé del miedo a la oscuridad teniendo fuego en las manos.
Yo no sé lo que es sentarse al borde de la cama y diseñar el vacío, descocer una herida para encontrar una excusa, una razón, para darle forma al llanto.
Yo no sé evitar una pena de amor o dos penas de amor.
No sé cómo hacer un surco entre mi sonrisa y la sonrisa de los muertos, hinchados y húmedos, con sus pieles acuosas flotando en el mar del mundo. Yo no sé de dolores imaginarios.
Yo tomo en mis manos el pie que no sirve, lo acaricio y lo miro de soslayo.
Le pongo el ungüento de la abuela que ya no está a mi cicatriz y aunque la marca no mejora, y nunca se irá, cada vez voy queriéndola más.
ESTRATEGIAS DEL OLVIDO
“Cass era fuego móvil y fluido.
Era como un espíritu embutido en una forma incapaz de contenerlo”.
Charles Bukowski.
Llegué tarde a tu vida.
Tarde y a tumbos.
Dándome golpes contra las paredes de tu memoria.
Llegué tarde y me dolió tu cuerpo que se convirtió en mi cuerpo, cuando no podía reconocer si era tu seno o el mío el que besaba.
Tanta turbación guardada en tus carnes dulces y tiernas.
Tanta torpe violencia oculta en tus ropas y, debajo de ellas, un cálido olor a húmedo engañando al tiempo.
¿A qué viene, entonces, esta melancolía intermitente, este desanudar los recuerdos, el cuarto del hotel en silencio en una ciudad desconocida, tu mano enlazada a la mía como si hubiese llegado a tiempo?
TODA LA LLUVIA ERA NUESTRA
Es inútil llevar prisa y adivinar la hora exacta de la ausencia.
Aquella tarde, en el apartamento alquilado en aquella calle de aquella ciudad imposible, y con todos los relojes funcionando en contra de nosotros, pensé que envejeceríamos juntos.
Que después de algunos años de fatigas crepusculares y encuentros violentos, viviríamos en la casa nuestra.
Cuya puerta temblorosa hubiese resistido todas las lluvias y todas las guerras.
Y adentro, las cosas banales ocupando un lugar feliz en la memoria.
Pero me apresuré, ni siquiera el recuerdo tenía chance de envejecer.
Nunca seríamos más que aquellas dos personas, en aquel apartamento alquilado en una ciudad imposible, un mediodía de domingo, sintiendo el fragor del aguacero golpear la puerta temblorosa.
Toda la lluvia era nuestra, pero el tiempo no estuvo a nuestro favor.
MEMORIAS DE LAS PALABRAS Y LAS COSAS
¿Para qué sirve la poesía? Se pregunta Alejandra Pizarnik un 30 de diciembre de 1962.
“Tal vez la poesía sirve para esto, para que en una noche lluviosa y helada alguien vea escrito en unas líneas su confusión inenarrable y su dolor”.
¿Para qué sirve la poesía? Se pregunta, aún sin respuesta, la niña que fui un 30 de diciembre de 1999.
Somos los facilitadores de la muerte, fracasamos en la aventura precoz de vivir sin miedo y amar.
Alejandra, aún no estoy lista para ti, pero ya te pertenezco.