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HOMENAJE A EDITH VERA

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Imagen de la portada del libro
Carolina Martínez

Por: Tatik Carrión

 

En esta sección, presentamos a la escritora argentina Edith Vera. Narrada desde la perspectiva del escritor y periodista cultural, Normand Argarate, uno de sus principales promotores, quien investigó, recopiló y escribió: El libro de Edith, publicado en 2020 por la Editorial Apócrifa, que apoyó este importante homenaje.

 

En esta investigación, se recopilaron historias, poemas y anécdotas, donde Normand comparte sus experiencias poéticas al conocer a Edith Vera, y la forma en que su poesía impactó su vida y la de la comunidad de Villa María; adicionalmente, el autor en los capítulos del libro destaca cada una de las obras de Edith, generando en los lectores, el interés de conocer a profundidad sobre la escritora y también, indagar sobre su ciudad natal, la ciudad de Villa María.

La obra de Edith Vera comenzó a circular tras haber participado en el Concurso de Poesía “Campaña para una buena literatura para niños”, organizado por el Fondo Nacional de las Artes, donde ganó el primer puesto con los poemas del que sería su primer libro: Las dos naranjas, publicado en 1969.

 

Tras largos años de silencio por la dictadura militar, su obra comenzó a circular nuevamente en editoriales como: Radamanto, Garabato y EDUVIM, que publicó La casa azul y Las dos naranjas; por su parte la Editorial Plus Ultra, publicó Con trébol en los ojos y la Editorial Apócrifa, que tiene como director editorial a Darío Falconi y como apoyo editorial a la autora Virginia Ventura, sacó a la luz, El libro de Edith, donde la artista plástica Carolina Martínez, ilustró la portada del libro. Vale la pena mencionar que, existen otras editoriales argentinas que se han preocupado por publicar la obra de nuestra escritora homenajeada. 

Anabella Gil, directora de la Medioteca Mariano Moreno de Villa María, se ha encargado de manera incansable de exponer a todas las personas que visitan la biblioteca, la vida y obra de las y los autores locales; haciendo especial énfasis en las obras de Edith Vera. Anabella, gran promotora de lectura, cada vez que hay una visita extranjera, dona los libros de Edith, aumentando así la circulación internacional de una de las escritoras más importantes de Argentina.

El trabajo de divulgación de la obra de Edith Vera, aparte de la edición de sus libros, también ha sido la constante promoción en colegios, bibliotecas y hogares, por parte del equipo de la Medioteca, pero también, por parte de sus lectores y lectoras, gestoras y gestores culturales, quienes, desde diferentes frentes, hacen un homenaje permanente en Villa María, para así mantener viva la memoria del patrimonio literario local.

¿Quién es Edith Vera?

Digo, ES, en presente porque las y los escritores, permanecen vivos a través de sus obras y sus aportes a la cultura. Edith sigue viva en las palabras de quienes la leen, la publican, la promocionan, y la recrean. 

Edith Vera nació en 1925 y murió en 2003, en Villa María, Córdoba. Su vida y obra se destaca por ser dedicada a la infancia, como maestra de escuela y en la escritura, siempre creó poemas para niños, así lo afirma Normand Argarate: "Su profundo respeto hacia la infancia, y la delicadeza al tratar de llegar hasta el corazón de los pequeños fueron sus rasgos sobresalientes.” De esta misma forma, lo sentimos desde Colombia al leer sus libros y hablar con sus promotores y editores.

Invitamos a nuestras lectoras y lectores a ahondar en la vida y obra de Edith Vera, consultando desde diversos medios, su biografía y sus textos. Desde nuestra revista, nos encanta fomentar el espíritu investigativo de personas que han dejado huella y siguen vigentes, generación tras generación.

¡¡¡Gracias Edith por dedicar tu vida a los libros y gracias a Normand y a Darío por hacer posible este libro que ahora vive en Colombia!!!

Para este bello homenaje, elegimos el sexto capítulo, titulado: El sol ha hecho nido, tomado de El libro de Edith.

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EL SOL HA HECHO NIDO

Las cuerdas musicales de los pequeños poemas de Edith, vibran con imágenes próximas y cotidianas. Frutas, animales e insectos del jardín, flores, bibelots de una habitación infantil, todo al alcance de la mano, y el color azul como una revelación de la ausencia, o la descripción del aura benjaminiana: “la aparición irrepetible de una lejanía por cercana que ésta pueda hallarse”.

En el trabajo de Edith hay un transcurso de miniaturas que se hilvanan unas a otras, como si unidas por cintas, la poeta construyera una guirnalda o una “Mangalsutra” hindú que significa, literalmente, “un colgante auspicioso”, y simboliza el vínculo inseparable entre esposo y esposa. Durante varios de nuestros encuentros, el tema de conversación giró en torno a los Uspanishads o el Bhagavagdita. A través de toda su obra, celebra bodas secretas:

….

De ese amor no hay olvido.

Ese amor me ha dejado

una rosa en la mano

corazón de palabras

pétalos de papel.

El amor deviene en palabras florecidas que las manos acunan. Y en esa forma ahuecada surge otra de las figuras retóricas que se repite con insistencia.

La palabra “nido” en cuyo espacio se cobijan los seres alados.

Como si en tus manos

un pájaro dejara

y al recibirlo hicieras

un nido con las palmas,

dejo este verso mío.

Dile que el aire tiembla vivo de mariposas en la azul ceremonia de celebrar los vuelos.

En la figura del nido, Edith concentra un microcosmos (“Un hálito alrededor de nada”, otra vez Rilke).

Espacio cóncavo donde la ausencia acuna las presencias que de allí nacen. Nidus casa, nidus cuna, nidus cama. Refugio para la vida frágil, cámara de rondas infantiles, diminuto aposento donde habitan todos los cuentos del mundo. El mecanismo de empequeñecimiento a que nos invita su lectura, es similar a la aventura de Alicia que para llegar al jardín secreto debe tomar la botella con la inscripción “Bébeme” y de esta manera encogerse y seguir su camino.

Hay cuentos

que pueden ser guardados

en un zapato de niño,

otros en el baúl de viaje de Gulliver y algunos breves, tan breves,

que caben en el nido del picaflor.

Nido que corona la cabeza de la niña y muta en diadema de flores, y a lo inverso en el verso invento, que el calambur prodiga, pues el espíritu de la poesía es precisamente la proposición del juego. Espiral de paradojas. Lugar de partida y de regreso. El poema citado anteriormente donde las manos construyen nido, se ofrecen como amparo para quien emprende vuelo y se aleja.

Dile que el aire

también teje las formas de las jaulas.

Y no le digas más.

Su corazón de pájaro

comprenderá.

El nido es metáfora central en la poética de Edith, campo gravitatorio donde, la constelación de objetos de la memoria infantil, gira en la incipiente semiótica.

El nido se proyecta (o muta en dibujo) en sombreros y cajas. Relicarios para habitar el asombro y el reino perdido de lo que aún no habla.

Quisiera tener un bolsillo

muy grande,

para guardar bolitas,

piedras, semillas, lápices,

papeles de todos los colores.

Se lo prestaría un rato a la paloma

para que hiciera un nido en él.

Desde el espacio nodal, Edith habla de aquello que no habla, y es en esta sustracción de la persona, donde se manifiesta la voz de la poeta. Como señala Maurice Blanchot sobre la alternancia de presencia y ausencia, dispositivo anímico para que nazca la verdad del poema: “Escribir es hacerse eco de lo que no puede dejar de hablar. Y por eso, para convertirme en eco, de alguna manera debo imponerle silencio. A esa palabra incesante agrego, la decisión, la autoridad de mi propio silencio. Vuelvo sensible por mi mediación silenciosa, la afirmación ininterrumpida, el murmullo gigantesco sobre el cual, abriéndose, el lenguaje se hace imagen, se hace imaginario, profundidad hablante, indistinta, plenitud que es vacío”.

La puerta de madera

antes fue árbol

donde llamó el viento,

un pájaro,

y, ¡ay! el silencio.

En el repliegue biográfico, Edith hace nido y desde allí despliega sus papelitos como gustaba llamarlos, en una especie de origami textual. Levantan vuelos las palomas, gorriones, colibríes, patos y garzas. Las aves se repiten y expresan el vínculo entre la superficie terrestre y aquello que se aleja. Nuncio del azul donde extienden sus alas. Pajaritos de agua, de fuego, ocultos, confundidos en la niebla o que retornan al olvido, habitan el cielo poético de la pequeña comarca, o acaso no es un río de pájaros, el terruño donde crece la niña que descubre el mundo.

A diferencia de las narraciones infantiles, aquí los animales no se representan con rasgos humanos.

Concentran sobre sí su propia condición para condensar la imagen en aquello que la excede. ¿Es la soledad, el caballo que pastorea en la llanura pampeana? o ¿El perro que se acurruca en sueños bajo la almohada?

Sin caer en fáciles asociaciones simbólicas, será la gallina, la que exagera el milagro del día.

En el infinito poder salvador de la infancia (Benjamin), la astucia narrativa de Vera es conservar intacta la mirada. Desnuda los seres y los objetos en sus definiciones, nunca en sus ideas, en su pura inmanencia.

Edith logra explicitar la impresión óptica en un alfabeto natural, de allí su espontaneidad. Lejos de todo rebuscamiento intelectual, encuentra en lo cotidiano las pequeñas maravillas que colecciona. La expansión fonética se produce a partir de precisar lo elemental, que se intercambia con lo abstracto en tanto concreto naturalizado. Al igual que Lao Tsé, no necesita salir de su casa para conocer el mundo, y desarrolla un mapa sobre el reducido espacio que habita. De la misma manera que Benjamin realiza una cartografía sobre Tiergarten, Edith dibuja su Casa Azul y nos invita a recorrerla con ella. Inversión simbólica de la auto impuesta clausura y así abre su casa, su “habitación propia”, nos permite transitar la intimidad antes vedada, que ahora se abre como una flor. Otro de los símbolos recurrentes en Edith. En su casa dibujada ingresamos a la sala y sobre la mesa “paz y luz que se duermen/ en una flor azul” nos recibe y un reloj que algunas horas no da. En el recorrido, luego pasamos al comedor donde una “mandarina cambia de color”, al baño con espejo de plata que refleja peces de hojalata, a la cocina y su rumor humeante. El reino vegetal que construye collares de arvejas, tomates que imitan almohadones, cebollas con lágrimas de cristal, y la presencia fragante de la fruta -manzanas, naranja, melón y limón. De allí pasamos a la huerta y el jardín, el diminuto universo de los insectos donde la poeta niña, pues solos los niños son “los que saben/ exactamente/ cuándo es posible escuchar/ la palabra margarita/ o el silencio del caracol”, interpreta conciertos para las hormigas y el reino de mariposas, grillos, vaquitas de San Antonio, así bosqueja un friso imaginario. El propio Jardín de las Hespérides donde crecen las manzanas de oro y cultivadas por las hijas del atardecer. En los estudios mitológicos se reseña que estas manzanas de oro tenían propiedades milagrosas y se han identificado con tres cítricos: cidros, limones y naranjas. Allí, en el sabor del fruto, la niña reencanta el mundo, y la redención del pasado, regresa en el poema, como secreto y confesión:

Un secreto guardó la mariposa dentro de una flor.

¿Qué será? ¿Qué será? ¿Qué será?

¿Acaso una carta perdida?

¿El retrato de un pez de cristal?

¿Qué será? ¿Qué será? ¿Qué será?

No lo digo yo

ni la flor lo dirá.

Normand Argarate

Nació en Córdoba en 1964, es un gran gestor y asiduo trabajador por la cultura. Se desempeña también como periodista, narrador, escritor y poeta. Su labor ha sido esencial en el ámbito literario de Córdoba. 

Actualmente está radicado en Villa María, localidad de la misma provincia donde se desempeña como Director de Radio Tecnoteca, la radio pública de la ciudad. Como escritor ha publicado los siguientes libros de poesía Tomad y bebed (1984); Mujer en el jardín (1992), La belleza de los gestos inútiles (2000), Punga de bondi (2007) y el libro de crónicas Cosas de perros (2008) editado por Eduvim, Editorial Universitaria de Villa María. 

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En el año 2020, a través de la editorial Apócrifa publicó El libro de Edith sobre la vida y obra de la poeta villamariense Edith Vera. Asimismo, fue director de las revistas literarias Huérfanos y El gran dragón rojo y la mujer vestida de sol. Por el libro de poemas El verde corazón William Shakespeare (Editorial Mascarón de Proa, 2022) recibió una mención del Fondo Nacional de las Artes en el año anterior a su publicación.

 

Se ha desempeñado también como editor responsable del suplemento cultural El corredor mediterráneo del diario Puntal de la ciudad de Río Cuarto. Colabora con numerosas revistas y en la actualidad escribe pequeñas crónicas en El diario del Centro del País.

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