Revista Fuerza de la Palabra
Poesía
Amante de la cocina, el jardín y los viajes largos en moto. Escritora, guionista, poeta. Licenciada en Español y Literatura, Universidad de Antioquia y Magíster en Escrituras Creativas, Universidad EAFIT. Ha publicado los libros Poemas para matar a un hombre, ganador primer puesto Premios de Arte Joven, Antioquia, 1999 Poecitas, J Ediciones, 2013. Golosinas para comer con las manos sucias. Editorial Pla-ké, México, 2015. Toda la sangre que nos queda, Fallidos Editores, Medellín, 2019. Colección de piedras robadas, Angosta Editores, 2022. Tiene relatos, crónicas y poemas publicados en revistas y antologías de España, México y Colombia.
Natalia Jaramillo, Envigado 1977
SOY LA MUJER
Soy la mujer
que tiene un hueco entre los pechos
y no amamanta su presente.
Que se niega a parir un futuro incierto.
Que ha sido de la época
en que hombres y demonios son lo mismo.
Que le dijo adiós a las palabras de amor
por ser venenosas y dulces.
Que martilla cada día su cabeza
con la soledad.
Que vende hijos en almacenes de sueños.
Que escribe poemas
para matar a los hombres
porque todavía le teme a las armas de fuego.
DE MIS PECHOS MADUROS
Soy bella desde el mismo instante
en el que miro al espejo
mis pronunciadas curvas
y no me avergüenzo.
Porque con ellas caliento la aurora.
En mi regazo amplio duerme el horizonte.
De mis pechos maduros
se alimenta la savia.
Sí, no me avergüenzo,
porque con este cuerpo
se han andado maravillosos campos,
se han conocido hermosos lechos
se han degustado inolvidables cenas
se han probado las delicias del vino.
Si, no me avergüenzo…
Un poco madura,
un poco maltrecha,
un poco imperfecta,
y más viva.
MUJER
Estoy habitada por hombres y tormentas
por los oscuros caminos de la niñez.
Soy cielo oscuro, pantano y montaña.
Tengo la fuerza de mil hombres
en el ímpetu de todas las batallas.
Soy el vientre dispuesto
y el alma llena de verdades.
Estoy hecha de tierra negra
siempre lista a dar fruto.
Guardo oscuridades hasta el amanecer
porque no necesito estar protegida,
ni ser bendecida.
Mi horizonte se cocina solo
y va más allá de cualquier puño que se crea útil.
Me levanto amoratada, herida
con la leche lista para toda nuestra prole
y tu condición de macho no me dirá
cuál es el camino que debo seguir.
Estoy habitada por hombres y tormentas,
soy una mujer
que grita sin miedo
en medio de tanto lodazal,
de tanto maldito futuro no hecho para las mías.
Estoy cansada de pertenecer al abismo,
de ser presa y deshonra.
Soy una mujer
que alza la mano
que grita sin miedo
¡no más!
LO QUE HAY
Hay una espera voraz de carne.
Un infinito cielo
que solo quiere que seamos menos divinos,
un camino solitario
en el que amanece más temprano.
Hay un vínculo perdido que no tiene vuelta atrás.
Una ventana que le exige al pasado
dominio perfecto del olvido,
un circuito para pies descalzos,
escaleras sin retorno.
Hay una espalda que detona saliva.
Una palabra por decir,
una calle llena de escombros
un dosel con telarañas
un desierto perdido.
Una mujer que no sabe nada
y le teme a los años.
Hay un tal vez que trae esperanza
y que no termina con este poema.
VÍA LÁCTEA
Uno se puede volver camino
y llenarse de piedras,
acumular polvo
coleccionar huellas de caminantes
que no permanecen
o adornar sus veredas con amapolas y margaritas.
También se puede volver calle
y atravesar corazones enteros llenos de esmog
dejar de sentir deseo
o brillar de neón en la noche para desmentir olvidos
como bailarinas exóticas.
Uno decide si es más avenida o autopista
depende de la velocidad con la que se navegue al abismo
o lo presurosa que sea la llegada al mortuorio destino.
En fin, yo prefiero ser vía láctea, agonizar entre átomos incontables
no entender de rutas ni de bifurcaciones
expandirme sin miramientos entre los designios del universo
y entretejer paso a paso un lugar sobre el que pueda posar
mis brazos y ver más allá, solo eso.
LA SEÑORA QUE VISTE DE GRIS
La señora que viste de gris
ignora que las palomas no volverán.
Dejaron de existir en su justa medida.
Volaron hacia el horizonte de las mentiras
el mismo al que pertenezco yo.
Las piedras del camino desaparecieron también,
por eso todavía ronda el parque,
busca palomas para alimentar y piedras para caer.
Desconoce que ella tampoco existe,
por eso nadie la saluda y se queja todo el tiempo
al sentirse sola e ignorada.
No quiere darse cuenta de que dejó de existir
en su justa medida,
que hace parte del horizonte de las mentiras,
transita por las rutas de los desaparecidos,
su límite es difuso.
La señora que viste de gris
vive sus días en las bancas de esos parques con dueños de sal,
extraña cantar y el aleteo de las palomas,
saludar con desdén a las vecinas.
No hay descanso para esta señora,
no hay tierra que le sea leve,
no aquí, en estas calles de hombres oscuros,
de demonios de carne, de parques sin palomas.